A lo largo de la historia, la población mundial ha vivido en general en zonas rurales. En el siglo XIX, al menos el 90% de la población mundial vivía en el campo, mientras que la población urbana constituía menos del 10%. Con el desarrollo del comercio, la gente cambió ese estilo de vida, derivando hacia la vida urbana a medida que las ciudades se convirtieron en núcleos de comercio. A medida que la producción industrial se generalizó, la migración se multiplicó y la gente se trasladó a áreas con más producción, estableciendo nuevos y grandes asentamientos. Con la Tercera Revolución Industrial, comenzó la rápida urbanización y hoy, el 54% de la población mundial vive en ciudades. Para 2050, se prevé que la población urbana mundial aumente al 66%. Es entonces cuando nos preguntamos ¿Debemos renunciar en el futuro a nuestra conexión con la naturaleza?

En el corazón de la migración masiva se encuentra la necesidad de buscar una vida cómoda en la que dispongamos de las mayores facilidades en transporte, comunicación, educación y salud como prioridad. Esto ejerce presión sobre el área a la que migran las personas, ya que los recursos son limitados, pero la cantidad de personas que buscan aprovecharlos aumenta cada día. Si bien las ciudades ofrecen a las personas la oportunidad de vivir una vida más cómoda, al mismo tiempo generan problemas locales, regionales y universales que son difíciles de resolver.

El crecimiento de la población y el aumento de los niveles de ingresos son otra fuente de debate. Las previsiones apuntan a un crecimiento continuado de la población mundial de forma que en 2060, la humanidad rebasaría la barrera de los 10.000 millones de habitantes en el planeta Tierra. Este crecimiento de población, sin duda, está ejerciendo una fuerte presión sobre el medio ambiente.

Actualmente, las ciudades consumen el 75% de los recursos naturales a nivel mundial y son responsables del 50% de los residuos generados, al mismo tiempo que producen, en su promedio, el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. Por supuesto, las ciudades deben abordar necesidades, como alimentos, vivienda, aire limpio, agua y servicios de recolección de residuos, pero además deben proporcionar espacios verdes donde los ciudadanos puedan ir para estar saludables, tomar un descanso y refrescarse.

Singapur, la transformación de una ciudad en un jardín sostenible

Con tan solo 700 kilómetros cuadrados, pero habitado por más de 5,7 millones de personas, Singapur es el segundo país más densamente poblado del planeta, solo detrás de Mónaco, que tiene apenas 40.000 ciudadanos. Hoy en día, Singapur está constituido por una serie de parques y espacios verdes. La vegetación nace de manera natural en el suelo pero, hoy en día, llega a la parte superior de mucha de su arquitectura, creciendo, incluso, en las terrazas, casas, oficinas... Pero no siempre ha sido así.

Hoy en día, esta ciudad-estado es una lección extraordinaria para el resto del mundo sobre cómo combinar a la perfección la vida urbana con la naturaleza. La combinación perfecta que buscamos todos aquellos que nos dedicamos al real estate. Desde que los británicos lo colonizaron por primera vez en 1819 y se fundó formalmente Singapur como país, se ha talado más del 95% de la vegetación de la isla. La velocidad a la que creció este estado, tanto en términos de infraestructura como de población, fue tan rápida que perdió su flora y fauna a un ritmo diferente al de cualquier otra nación.

Con el 90% de sus bosques, el 67% de sus especies de aves nativas y el 40% de sus mamíferos perdidos por el rápido crecimiento de la ciudad, quedó patente que el nivel de industrialización ya no era sostenible. En 1967, dos años después de que Singapur se independizara, se lanzaron planes para transformar la nación en una 'ciudad jardín', designando tierras para convertirlas en reservas naturales.

Pero los espacios verdes no fueron el único problema al que se enfrentó la ciudad. La contaminación del aire se estaba convirtiendo en un problema creciente, hasta el punto que, en 1996, el país tenía uno de los niveles de emisiones más altos del planeta. A principios de la década de 1990, se creó el Plan Verde de Singapur (SGP) y, diez años después, en 2002, se restableció como el SGP 2012, el cual se centró en tres áreas clave:

  • Aire y cambio climático
  • Agua y tierra limpia
  • Naturaleza y salud pública

El objetivo de este plan era el de corregir los problemas a los que se enfrentaba Singapur en 2012 mediante actividades de divulgación educativa, campañas de sensibilización y cambios en la infraestructura. Una gran parte de este plan tenía que ver con la recuperación de espacios verdes y la búsqueda de formas innovadoras de revitalizar la ciudad, que es como Singapur se ha hecho conocido como una ciudad 'biofílica'.

Ciudades Biofílicas

La palabra 'biofílica' significa “amor por la naturaleza y el mundo natural”, y proviene de la conjunción de los términos bio- (vida) y -filia (amigable). Actualmente, existe una organización llamada Biophilic Cities que trabaja con ciudades de todo el mundo para lograr un estatus acreditado y con reconocimiento por su trabajo, que logra combinar la naturaleza en la planificación urbana.

Estas ciudades asociadas están trabajando en conciertos para conservar y celebrar la naturaleza en todas sus formas [...] desde la biodiversidad hasta los espacios urbanos silvestres presentes en las ciudades”, se explica en su sitio web.

Reconocemos la importancia del contacto diario con la naturaleza como un elemento de una vida urbana significativa, así como la responsabilidad ética que tienen las ciudades de conservar la naturaleza global como hábitat compartido para la vida no humana y las personas”.

Singapur es miembro de Ciudades Biofílicas desde 2013, sin duda gracias al trabajo realizado en todo el país para revitalizar la isla. Gran parte de esta regeneración de Singapur fue dirigida por el Dr. Cheong Koon Hean, quien dirigió la agencia de desarrollo urbano de la nación. Parte de su trabajo consistió en ejecutar un programa de incentivos para alentar a las empresas constructoras y a los propietarios a instalar jardines en la azotea y muros verticales para plantas.

Desde 2009, este plan ha modernizado más de 100 edificios con techos verdes, huertos urbanos, jardines recreativos en azoteas y verdes paredes naturales. Esto, no solo ha ayudado a mejorar la ciudad desde una perspectiva ecológica, sino que también ha establecido la estética única y distintiva de Singapur. Esta vegetación adicional ha ayudado a mitigar el efecto del calor urbano, al mismo tiempo que mejora la calidad del aire, ya que las plantas actúan como purificadores y filtros de aire.

Cheong espera que Singapur continúe siendo verde, tanto en términos de eficiencia de construcción como mediante la incorporación de vegetación en sus diseños. Pero también cree que puede servir como modelo para que otras ciudades aprendan. "Muchas ciudades, especialmente las de Asia, están densamente pobladas", dijo en una entrevista de National Geographic, "pero nuestra experiencia demuestra que esas ciudades pueden ser habitables".

La importancia de un cambio de perspectiva a nivel mundial

En muchos países, los enfoques a corto plazo han priorizado el desarrollo económico sobre el medio ambiente, pero hoy en día es necesario un cambio de mentalidad. Los países deben de aprender de Singapur, apostando por ciudades habitables y sostenibles a través de una política pragmática, basada en sólidos principios económicos y científicos, un enfoque de planificación a largo plazo y la implementación efectiva y la capacidad para lograr el apoyo de los ciudadanos a través del interés público.

Para ello resultan necesarias medidas como la integración de infraestructuras sostenibles y el aumento de los espacios verdes en las ciudades, tal como se estipula en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Por ejemplo, reducir el impacto ambiental negativo de las ciudades per cápita: la presencia de árboles y áreas verdes contribuye a la reducción de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera y los efectos de la isla de calor urbano.

Una de las principales fortalezas de Singapur para seguir esta línea de acción en el futuro es la conciencia ambiental de sus ciudadanos. Para Lim Liang Jim, director del Centro Nacional de Biodiversidad de la Junta de Parques Nacionales, educar a los jóvenes es fundamental para mantener los logros alcanzados en el país: “Si en el futuro alguien dice 'no pensemos en verde, construyamos', una parte significativa de la población actuará como defensores informados de la conservación de la naturaleza y los espacios verdes”.

Muchas ciudades están densamente pobladas. La transformación de Singapur demuestra que esas ciudades pueden ser habitables. Un enfoque directo y preciso en el acceso equitativo a las comodidades y el compromiso con la vivienda asequible proporcionarían una base sólida para una sociedad estable. La implicación de gobiernos e instituciones públicas, el aprovechamiento de la tecnología y las asociaciones público-privadas resultan fundamentales para lograr este objetivo. Singapur destaca hoy en día como un ejemplo de cómo podemos hacer que nuestras propias ciudades sean verdaderamente verdes.

Singapur y los edificios verdes verticales